Cuando salió al mercado a finales de 2007, el Kindle no pasaba de ser un “producto interesante y atractivo”, como lo calificara el diario The New York Times.
Su reto de posicionarse en un mercado en el que ya muchos habían fallado llevó a analistas a ser cautos con las predicciones. Los escritos de la época recordaban, por ejemplo, que a finales de la década pasada varios dispositivos persiguieron sin éxito propósitos parecidos: Softbook Reader y el Rocket de una empresa llamada Nuvomedia, iRex iLiad, Jinke Hanlin y el CyBook, son algunos de los malogrados intentos.
Hasta Sony, una de las empresas más innovadoras y reconocidas del sector electrónico, vio cómo sus esperanzas de mover el mercado editorial tradicional se perdían ante las bajas ventas y poca acogida del mercado ante su dispositivo Reader en septiembre del 2006.
Sin embargo, en los 15 meses que completa en el mercado, Kindle ha logrado romper la tradición y vencer la mala fortuna. Aunque no hay cifras oficiales, los medios estadounidenses calculan que Amazon logró vender ya más de 450.000 unidades de su lector electrónico.
Esto es un 30 por ciento por encima de lo que predecían los analistas más optimistas en el año 2007 y mucho menos de lo que se habría podido alcanzar, si no se hubieran agotado las existencias del producto en la Navidad pasada, luego de que la presentadora Oprah Winfrey lo ‘publicitara’ en su programa de TV.
Lo que hizo diferente la historia de Kindle es que, por primera vez, un lector electrónico fue lanzado con una estrategia de suministro de contenidos viable y decidida (algo parecido a lo que en su momento hizo Apple con la tienda iTunes Music Store para posicionar su iPod).
Con el suficiente conocimiento del mercado literario que le da el hecho de ser la librería en línea más importante de la historia, Amazon entendió que las posibilidades de su lector electrónico dependían única y exclusivamente de su estrategia de contenido.
Jugársela a lanzar un gran catálogo (casi 90.000 títulos disponibles desde el comienzo) y poner clásicos, best sellers y hasta las nuevas obras de escritores reconocidos a un promedio de 10 dólares cada una, es lo que medios como Wall Street Journal llamaron el ‘secreto Kindle’.
Pero a solo una semana que la compañía saque a la venta la segunda versión de su lector de libros electrónicos (se venderá desde el 24 de febrero) y más allá de las características y debilidades que presenta, el camino por llevar definitivamente a la industria editorial a la era electrónica podría volverse a complicar.
Libros en celulares
Todo el mundo esperaba que el paso siguiente de Amazon fuera el de intentar posicionar su lector electrónico en otros países y seguir el exitoso modelo que ha llevado Apple con los iPod; sin embargo, el reconocido jugador de Internet parece que se irá por un camino más rápido, pero a la vez riesgoso.
Según un artículo publicado por The New York Times en el que se citan extraoficialmente fuentes de la empresa, Amazon se centrará en poner disponible toda su biblioteca digital para ser descargada ahora en las plataformas móviles. Es así como los usuarios podrían acceder en forma paga y legal a más de 230.000 títulos para ser leídos en las diminutas pantallas de los teléfonos celulares.
Algo parecido a lo anunciado hace unos días por Google en el sentido de que hará público, para los propietarios de determinados teléfonos móviles, los libros electrónicos que hoy permite descargar a través de Google Book Search. Según el anuncio de Google, “el nuevo servicio permitirá hojear más de un millón y medio de libros puestos para el dominio público por bibliotecas de Estado Unidos, así como medio millón de ejemplares provenientes de otros países”.
Aunque las intenciones puedan ser buenas (poner los libros electrónicos al alcance de la mayor cantidad de gente), el cambio de estrategia puede llevar a muchos a retomar los miedos que impidieron que los antecesores del Kindle triunfaran.
Aunque muchos ya leen libros en celulares, la incomodidad de este sistema siempre ha sido evidente; empezando por las pantallas, pequeñas y no aptas para largas jornadas de lectura.
Más allá de la incomodidad, el riesgo, sostienen analistas, es que muchos entren a la nueva era editorial de la mano de los diminutos aparatos y al ver que su experiencia no fue buena, nunca más quieran intentar con otro dispositivo (así sea un lector que como el Kindle ya haya probado su eficiencia).
Pero el nuevo modelo también lastimaría la confianza de los editores, librerías y hasta autores, un camino que ya parecía recorrido y superado. Opiniones a este respecto sobran, pero quizá la del escritor colombiano Jorge Franco sea una de las más lapidarias: “Es posible que desaparezcan las librerías, las editoriales y hasta los mismos escritores”.
El miedo de Franco es que, si sucede al igual que la música, resultará imposible controlar las descargas fraudulentas que pasan por alto los derechos de autor. Y bueno, “los cantantes al menos pueden dar conciertos, pero ¿quién quiere escuchar a un escritor cantando?”, puntualizó.
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